Historia entre los cerros catamarqueños


San Fernando del Valle de Catamarca siempre estuvo cerca. Si en un santiamén desde el aeropuerto, y sin preámbulos, deleita encarar un abundante almuerzo en la peatonal Rivadavia, abrazada a la plaza principal 25 de Mayo, distinguida por el rojo sangre de la Catedral Basílica Nuestra Señora del Valle. ¡Cantale chango a mi tierra!, hazlo mansa, delicadamente entre las sierras de Ancasti y de Ambato.


Montañas en escena
Miles tonos de verde recrean magníficas coplas y poesías. Paisajes de montañas, valles, algarrobos, nogales, huellas precolombinas que se escaparon más allá de los límites provinciales para agitar la curiosidad viajera, como hacia la Cuesta del Portezuelo por ejemplo, ubicada en el departamento de Valle Viejo, donde la altura y el zigzagueo van cambiando, mutando la vegetación para mostrar molles, quebrachos, lapachos, cardones. Frente a ovejitas y cabras pastando, el viento sopla con más fuerza, una zamba enorme te baila Catamarca y te convida unos sabrosos productos regionales, degustados en el primer mirador de la cima de una vasta altiplanicie. Desde allí se observa la ciudad, el camino que lleva a Tucumán y Santiago, todo el valle girando su mirada hacia el oeste, a las sierras de Ambato. Más adelante, en una bifurcación de la ruta 41, se llega al dique Las Pirquitas, donde se suelen pescar atractivos ejemplares de truchas, carpas y pejerreyes. Este departamento catamarqueño lleva el nombre de Fray Juan Mamerto Esquiù, en honor al distinguido prócer nacido aquí, en Piedra Blanca, quien hace más de un siglo y medio ya bregaba por la paz y unión de los argentinos. Se conserva la casa familiar de adobe, protegida por una hermosa construcción realizada para tal fin.

Docencia quebradeña
Irma Daniele, Haydèe Vailati y Analía Irusta, tres docentes residentes en la bonaerense ciudad de Pergamino, y entusiastas colaboradoras para la realización de esta nota periodística, llegaron en city tour hasta Pueblo Perdido de la Quebrada, a 5 km de San Fernando. Luego de subir a la altura unos 40 metros, visualizan una meseta con yacimientos arqueológicos de la cultura aguada, el primer asentamiento prehispánico, cuyos habitantes provenían del Altiplano, cerca del lago Titicaca, dispersándose también por La Rioja y San Juan. Ven allí recintos construidos hace unos 1800 años, de piedras lajas cuya cantera se encontraba muy lejos, por lo que es de imaginar el gran esfuerzo para su traslado. Agricultores y cazadores también, domesticaron las llamas y los guanacos, de los que no solamente utilizaban la carne sino el cuero para largas capas sin mangas, original antecedente con seguridad de nuestro poncho. Los hombres de la Aguada produjeron el máximo desarrollo de las agroalfareras en el noroeste argentino. Si bien para el siglo IX desaparece como entidad cultural, una parte importante de su legado puede reconocerse en culturas más tardías como las de Belén y Santa María. Una paradita luego a la Gruta de la Virgen del Valle, que remodelándose está, para continuar hasta La Casa de la Puna, interesante y didáctico final donde apreciar el respeto, sumo cuidado que se tiene para la esquila y conservación de la vicuña (animal no domesticable), cuya lana se reparte en partes iguales entre los artesanos tejedores autorizados, cuyos productos tejidos finísimos e impermeables, están autenticados con su nombre.

Belén y Fiambalà
Carne vacuna cortada a cuchillo, huevo y cebolla de verdeo: ¡empanadas! Uno de los platos más populares de la gastronomía del Noroeste del país, en su versión más típica. En estos valles de altura también es posible probar humita, locro de choclo, trucha en escabeche, en forma de milanesa o natural, al limón, verdeo o roquefort, carbonada y una sustanciosa cazuela de gallina casera que incluye papa, zanahoria, orégano, cebolla, morrón, ajo y carne trozada. Un exquisito cayote de postre y a seguir. Belén se halla a 285 km, por la ruta 38, empalmando con la 60 que ingresa en territorio de La Rioja y luego continúa en Catamarca para ingresar por la ruta 40 a la ciudad. En el recorrido se encuentran numerosos olivares y vides, cerquita de modernos paneles solares. Una cooperativa formada por 28 mujeres belinchas abre sus puertas minutos después del arribo. Muestran los telares, las lanas teñidas con tintes naturales de yerba mate, remolacha, cascara de cebolla, fruto del nogal, todo el proceso desde la lana esquilada hasta la prenda terminada. Muy cerca, en la localidad de Londres, las Ruinas del Shingal del Quimivil guardan restos de una antigua ciudad precolombina, incaica, a 1350 msnm. Es un yacimiento arqueológico de gran interés, construido de acuerdo al modelo de los incas junto al río Quimivil. El nombre Shincal se debe a una planta del lugar, donde además abundan chañares, algarrobos, talas y acacias. Un puente colgante atraviesa un río manso y tranquilo camino a Fiambalá. Apenas comienza la Ruta del Adobe se halla la iglesia Nuestra Señora de Andacollo, de arquitectura poscolonial. La mayor cantidad de construcciones de adobe está en la localidad de Copacabana mientras las afamadas termas, a unos 2300 m de altura, en una quebrada plena de manantiales. Los más calientes de 80 grados de temperatura, enfrìan sus aguas a medida que van descendiendo, llegando a los 36°. Por la tarde, el viento andino se asocia al recorrido de Fiambalá, reflexionada que fue la ruta de la partida hacia la capital catamarqueña, en un viaje que cubrió todos los aspectos, dejando una enseñanza profunda de esta bella provincia argentina que nunca estuvo lejos.